martes, 2 de julio de 2024

Agraciado.

No reconocía al hombre que tenía frente al espejo, y eso que sabía que era yo. 

Había cambiado, era algo palpable; ya no parecía el mismo que se acostó la noche pasada. 

Lo único que quedaba de él eran aquellos ojos verdes que seguramente me harían irresistible a las mujeres, o por lo menos más atractivo para las féminas. 

De todas formas, debo moderar mi comportamiento con ellas. Debía ser galante, romántico y detallista, porque si sigo tratándolas de igual modo, me evitarían como a la peste.

M. D. Alvarez 

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