Había cambiado, era algo palpable; ya no parecía el mismo que se acostó la noche pasada.
Lo único que quedaba de él eran aquellos ojos verdes que seguramente me harían irresistible a las mujeres, o por lo menos más atractivo para las féminas.
De todas formas, debo moderar mi comportamiento con ellas. Debía ser galante, romántico y detallista, porque si sigo tratándolas de igual modo, me evitarían como a la peste.
M. D. Alvarez
No hay comentarios:
Publicar un comentario