lunes, 30 de enero de 2012

El cementerio de Elefantes.


Estaba ante uno de los últimos cementerios de elefantes. Lo más curioso que se observaba era que las osamentas de los grandes machos carecían de sus codiciados colmillos de marfil. Y no por la codicia de cazadores y ladrones sino porque los elefantes habían evolucionado para no despertar el consabido interés por sus colmillos. Aun así, continúa  la matanza por el mero gusto de hacerlo.

Ya habíamos extinguido unas cuantas especies. ¡Que más daba otra más! Y así continuamente cazando y destruyendo la naturaleza. Algún día ella se tomará justa venganza con nosotros, haciendo que nos aniquilemos. Porque la naturaleza es sabia y se puede reponer a si misma. Además, tal vez le gusten nuestros colmillos a algún otro depredador codicioso.


©M. D. Álvarez

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