Los niños jugaban a
atrapar la luz sin conseguirlo. Aún así no cesaban en el intento. Sabían
que no lo podían conseguir pero lo intentaban cada vez que veían esa pequeña
luminaria de hermoso tono blanquecino.
Y cuando pensaban que podían lograrlo, la luz se escabullía
por cualquier rendija dejando a los chiquillos con cara desangelada.
Pero, no se daban por
vencidos y volvían una y otra vez a la caza. Eran incansables, tenaces y
persistentes. En cuanto volvía a aparecer la luz, allí estaban ellos tratando
de cogerla.
©M. D. Álvarez
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