Aunque aquella belleza le dijo: —No eres tú, soy yo", y besó apasionadamente a su amiga, que se la comía con la mirada. Aquello alivió algo su ego y recordó que había alguien muy especial a quien siempre miraba de la misma forma que aquel bombón estaba mirando a su conquista fallida.
Cogió su Harley y salió a toda pastilla en dirección a la casa de la única que se le había resistido. Compró un ramo de rosas blancas y se plantó frente a su puerta; estaba seguro de que ella lo miraba con ojos devoradores.
Llamó al timbre y espetó: "Vaya, por fin te decides. ¿No será que te han rechazado a ti, el inigualable Adler?" dijo ella, sorprendida pero con aquella mirada que lo taladraba. Se quedó helado; tras ella había un maromo que parecía un armario ropero.
"Si molesto, me voy", dijo visiblemente alterado.
Pero ella aún se lo seguía comiendo con la mirada y dijo: "Espera un momento" y cerró la puerta. Dentro, ella despachó al individuo con pinta de estivador, como cajas desempleadas.
Este, al salir, le espetó: "¡Ábrase visto! Este mequetrefe me ha chafado la noche."
M. D. Álvarez
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