jueves, 4 de septiembre de 2025

La rosa violeta.

Sufría cada vez que él se iba a trabajar; antes de salir, él le dejaba preparado el desayuno y una hermosa rosa violeta. Sus aptitudes lo hacían idóneo para la ciencia. Su cuerpo era sometido a pruebas de fuerza y velocidad, pero era necesario para la evolución de la especie. Su naturaleza híbrida le daba tal capacidad de sacrificio y esfuerzo que sus energías eran inagotables.. 

Cada mañana, mientras él se preparaba para enfrentar otro día de pruebas y desafíos, ella observaba desde la ventana, su corazón dividido entre el orgullo y la preocupación. Sabía que su sacrificio era crucial para el futuro, pero no podía evitar sentir una punzada de dolor cada vez que lo veía partir.

En el laboratorio, los científicos lo recibían con una mezcla de respeto y asombro. Su naturaleza híbrida, resultado de años de investigación genética, lo convertía en el sujeto perfecto para sus experimentos. Su fuerza y velocidad superaban con creces las capacidades humanas normales, y su resistencia era casi sobrehumana. Sin embargo, lo que más impresionaba a los científicos era su capacidad para recuperarse rápidamente de cualquier herida o fatiga.

A lo largo del día, su cuerpo era sometido a pruebas cada vez más exigentes. Corría en cintas a velocidades vertiginosas, levantaba pesos que habrían aplastado a cualquier otro, y soportaba temperaturas extremas sin inmutarse. Cada prueba era un paso más hacia la comprensión de los límites de la biología híbrida y la posibilidad de un futuro donde la humanidad pudiera superar sus propias limitaciones.

Pero no todo era trabajo y sacrificio. En los momentos de descanso, él se permitía pensar en ella, en la rosa violeta que siempre le dejaba junto a su desayuno. Esa pequeña flor era su ancla, un recordatorio de que, a pesar de todo, había alguien que lo esperaba, alguien que creía en él y en su misión. Esa conexión emocional le daba la fuerza para seguir adelante, para enfrentar cada nuevo desafío con determinación y esperanza.

Mientras tanto, en casa, ella se sumergía en sus propios pensamientos. Sabía que su amor por él era lo que le daba fuerzas para seguir adelante, pero también sabía que su misión era más grande que ambos. Cada rosa violeta que él le dejaba junto a su desayuno era una promesa silenciosa de que la quería y que siempre regresaría a ella, sin importar cuánto tiempo pasara o cuán difícil fuera el camino.

Con el tiempo, los resultados de los experimentos comenzaron a mostrar avances significativos. Los científicos estaban más cerca que nunca de desentrañar los secretos de la biología híbrida, y él se convirtió en un símbolo de esperanza para todos. Su sacrificio no era en vano; cada prueba superada, cada límite roto, era un paso más hacia un futuro mejor.

Y así, día tras día, él continuaba su labor, impulsado por el amor y la esperanza. Sabía que su sacrificio era necesario, pero también sabía que no estaba solo. En cada rosa violeta, en cada mirada de ella, encontraba la fuerza para seguir adelante, para enfrentar cualquier desafío que se presentara. Porque, al final, su misión no era solo para la evolución de la especie, sino también para el amor que los unía y la promesa de un futuro juntos.

M. D. Álvarez 

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