El leve crujir de la viga de la que cuelga su padre. Todavía lo oía aún después de haberlo descolgado.
Se sentía culpable por no llegar a tiempo, y el crujido era un rum rum constante que le martilleaba la cabeza de tal forma que no tuvo otra opción.
Cogió la misma soga que su padre y en la misma viga puso fin a sus días, pero el crujido no cesó…
M. D. Alvarez
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