domingo, 3 de marzo de 2013

El crujido.


El leve crujir de la viga de la que cuelga su padre. Todavía lo oía aún después de haberlo descolgado. Se sentía culpable por no llegar a tiempo, y el crujido era un rum rum constante que le martilleaba la cabeza.

Se armó de valor, cogió el hacha y destrozó la viga, pero el crujido persistía. Así que subió a piso de arriba, llamó a la puerta y una dulce ancianita le abrió, tras ella el crujido… ¡Una mecedora!
© M. D. Álvarez

No hay comentarios:

Publicar un comentario