Mientras su papá cerraba la tapa
del contenedor y se giraba sin mirar atrás, la pequeña rompió a llorar
desconsoladamente.
- ¡Que no me olvido de ti, mi
sol! - Dijo su papá. – Sólo iba a tirar esto. – Respondió mostrándole la ranita
vieja y despeluchada que pertenecía a su pequeñina, la cual, la reclamaba
desesperadamente con sus bracitos regordetes y haciendo pucheros. – Bueno pues
no la tiro, pero tienes que prometerme que no la volverás a morder.
En cuanto la tuvo en sus
bracitos, la estrecho y surgió una dulce sonrisa que mostraba sus pequeños
colmillos que al cabo de dos segundos estaban clavados en el juguete.
©M. D. Álvarez
No hay comentarios:
Publicar un comentario