miércoles, 13 de noviembre de 2013

Ni una palabra.

Y nunca le recordaba lo que no debía contar. Hasta que lo recordó todo y ya nunca volvió a decir nada a nadie.

A su memoria acudieron los más oscuros secretos que jamás saldrían de su boca para ser oídos por los correveidiles. Había aprendido la lección y sería un buen guardián de los secretos por muy insignificantes que fueran, jamás los desvelaría.


©M. D. Álvarez

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