Y nunca le recordaba lo que no debía contar. Hasta que lo
recordó todo y ya nunca volvió a decir nada a nadie.
A su memoria acudieron los más oscuros secretos que jamás
saldrían de su boca para ser oídos por los correveidiles. Había aprendido la
lección y sería un buen guardián de los secretos por muy insignificantes que
fueran, jamás los desvelaría.
©M. D. Álvarez
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