Le cobrarán en aquella fila de la izquierda, si no le importa", le dijo la cajera sacando un cartelito que ponía: "Almorzando".
Pero él no se movió. Sacó un arma y colocó ante la ventanilla un papel que decía: "Esto es un atraco".
La cajera se fue poniendo de todos los colores: primero pálida, luego roja, después verde y por último, se puso de color morado. Se había atragantado con un bocado del almuerzo.
¡Qué culpa tenía él si le había tocado la cajera asustadiza! Ninguna. Él había ido a lo suyo, a atracar el banco.
M. D. Alvarez
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