Solo ella lograba ponerlo nervioso: su forma de mirarlo y de arremolinar su cabello lo excitaban. Hasta aquella noche, que ella lo retuvo, susurrándole lo que le iba a hacer esa noche.
Suspiró; profundamente la deseaba desde hacía tiempo. Esa noche, ella lo amaría con cuidado, y sabía que debía tratarlo con dulzura si no quería que perdiera los nervios. Sería una noche memorable si lograba controlarse; ella lo ayudaría con calma.
M. D. Álvarez
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