Relatos

domingo, 7 de diciembre de 2025

Entre sombras y luz.

Tenía un come come en su interior que lo torturaba con cada paso que daba hacia ella. Aquella voz no cesaba de advertirle que era peligrosa; aun así, seguía acercándose cada vez más. Tan solo se detuvo al ver su cara de desesperación.

—"No sigas avanzando, te lo pido" —dijo ella entre sollozos—. "No quiero hacerte daño".

—"Mi vida, tú eres lo que yo más necesito" —respondió él, cada vez más cerca.

Comenzó sintiendo un terrible dolor en su pecho, pero no se detuvo; ella era todo en su vida y, si tenía que morir por sus manos, que así fuera. Alargó su brazo para coger su nívea mano.

—"Coge mi mano, tranquila, no te soltaré" —dijo él, viendo la cara de preocupación.

Ella alargó su brazo y tomó su mano. Sintió un ramalazo de dolor; sabía que si ella sentía ese dolor, él sentía muchísimo más. Tenía el brazo roto por varios sitios, pero tuvo las fuerzas suficientes para alzarla de aquel abismo de oscuridad. Ella era una criatura de la noche y estaba hambrienta; temía que si la sacaba, lo atacaría y quiso huir, pero él conocía su debilidad y la retuvo junto a su pecho.

Le ofreció su muñeca para que lo mordiera y salvara su vida. Ella conocía su sensibilidad y se negó a alimentarse. 

—"No te inquietes, mi amor, seguiré siendo el mismo", —la calmó con dulces palabras. 

—"Pero perderás tu inocencia y el calor con el que calientas mi lecho", —repuso ella. Algo se movía en las sombras: un pequeño conejo. Aquello valdría para mitigar su sed. 

Momentáneamente, el rubor cubrió sus mejillas. Aprovechó para sacar a su amado y transportarlo con cuidado a un gran caserón. Lo dejó sobre la cama y salió. El rubor no duraría mucho más; necesitaba cazar una presa de buen tamaño y saciar su sed de sangre para una buena temporada. Localizó un recio garañón al que atrajo y desangró con deleite. Una vez saciada, volvió con su compañero, el cual tenía varios huesos rotos. Ella colocó cada hueso en su sitio y se tendió junto a él. 

El calor que emanaba de él la reconfortaba; sabía que sin su amor ella no lograría seguir adelante. Su sensibilidad para vislumbrar algo de luz en su corazón la abrumaba. ¿Cómo era posible que un simple ser humano la salvara de caer en aquel abismo de fría oscuridad?.

El silencio en la habitación era profundo, interrumpido solo por el suave susurro de su respiración. Ella se acurrucó junto a él, sintiendo el latido de su corazón, aún fuerte a pesar de las heridas. La luz de la luna se filtraba a través de las ventanas, creando un ambiente casi mágico, pero también cargado de tensión. 

Mientras ella lo observaba, el dolor se transformó en una mezcla de gratitud y temor. Sabía que su amor por él era lo que la mantenía atada a la humanidad, pero también era la fuente de su desesperación

Él, con su mirada profunda y llena de amor, parecía leer sus pensamientos. —"No tengas miedo", —dijo suavemente—. "No te dejaré caer en la oscuridad".

Ella cerró los ojos, dejando que sus palabras la envolvieran como un cálido abrigo. Pero mientras lo hacía, una sombra oscura se deslizó entre sus pensamientos, recordándole que cada instante que pasaban juntos era un riesgo. La criatura dentro de ella anhelaba más que solo sangre; deseaba el poder que venía con el miedo y la desesperación.

—"¿Y si un día no puedo controlarlo?", —susurró ella, abriendo los ojos para encontrarlo mirándola con dulzura.

—"Confía en mí", —respondió él con firmeza—. "Juntos encontraremos una manera de mantenerte a salvo".

Se sentó con dificultad, apoyándose en sus codos mientras miraba fijamente su rostro. —"¿Pero cómo? No quiero perderme a mí misma ni hacerte daño".

Él sonrió suavemente y acarició su mejilla con ternura. —"Eres más fuerte de lo que crees. Y yo estaré aquí para recordártelo".

Mientras sus manos se entrelazaban, ella sintió cómo una chispa de esperanza comenzaba a encenderse en su interior. Tal vez había una salida a esta oscuridad; tal vez el amor podía ser un faro en medio del abismo.

Decidida, se levantó y miró por la ventana hacia el bosque oscuro que rodeaba el caserón. —"Necesito aprender a controlar esto", —dijo con determinación—. "No puedo seguir huyendo".

Él asintió, comprendiendo la gravedad de sus palabras. —"Entonces lo haremos juntos. Buscaré respuestas y tú aprenderás a dominar tus instintos".

M. D.Álvarez 

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