Esta furia se fue fraguando en mi niñez, cuando un desaprensivo abusó de mi inocencia. Yo era tan solo una chiquilla asustada y sola, mientras aquel monstruo abusaba de mí.
Mi alma, antes inocente, pasó a ser sombría y furiosa, con una sed de venganza irreconocible. Por suerte para mí, llegaron mis musas a recoger mi maltrecho cuerpo y calmar mis heridas.
Con sus delicados dedos tocaron mi aterradora alma, logrando sacar de nuevo la inocencia que aún quedaba en mi interior.
M. D. Álvarez
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