Relatos

sábado, 30 de agosto de 2025

Azul celeste.

Sus ojos reflejaban el azul celeste de los cielos despejados. Cada vez que él la miraba, se perdía en su intensidad y quería sumergirse más y más.

Era como si el mundo a su alrededor se desvaneciera, dejando solo el brillo hipnótico de aquellos ojos. Cada parpadeo era un susurro, cada sonrisa una invitación. Se acercó un poco más, sintiendo la calidez de su presencia. En ese instante, supo que había encontrado algo precioso y único.

Sus dedos temblaban ligeramente mientras se acercaba, como si el aire entre ellos se cargara de electricidad. Cada paso que daba parecía un acto de valentía, un desafío a la fragilidad de su mundo. Ella lo miraba con una mezcla de curiosidad y complicidad, sus labios curvándose en una sonrisa que prometía aventuras y secretos compartidos.

—¿Qué hay detrás de esos ojos? se preguntó en voz alta, sin poder contenerse. La pregunta flotó en el aire, como un eco de sus propios deseos. Ella lo miró fijamente, como si pudiera leer sus pensamientos. 

—Hay un universo entero, respondió con un tono suave y melodioso, haciendo que su corazón latiera más rápido. —Un lugar donde las estrellas no se apagan y los sueños nunca mueren.

Él sonrió, sintiéndose atraído por la profundidad de su respuesta. En ese momento, todo lo que había conocido —el dolor de la pérdida, la soledad del exilio— parecía desvanecerse. Solo existían ellos dos, suspendidos en un instante eterno.

—Quiero explorar ese universo contigo, dijo él, sintiendo cómo las palabras fluían con sinceridad. —Quiero descubrir cada rincón de tu mundo.

Ella inclinó la cabeza ligeramente, sus ojos brillando con una luz que parecía prometer infinitas posibilidades. “Entonces, tomemos el primer paso. Pero debes saber que el viaje no siempre será fácil.”

—Estoy listo, respondió él con determinación.—“Nada me detendrá si estoy contigo.

M. D. Álvarez 

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