Relatos

viernes, 26 de septiembre de 2025

Audaces e intrépidos.

De pequeño, era intrépido y audaz; por eso, se lo rifaban para formar equipo en las batallas campales que organizaban entre barrios. Eran travesuras de niños, como dirían los abuelos. Él, en cambio, se sentía más asustado en juegos de ingenio y no tenía rival a su altura, hasta que un buen día apareció una preciosa niñita de ojos verdes que lo cautivó. Era auténticamente preciosa e inteligente; en los concursos de ingenio, conseguía volverlo loco con su habilidad.

Un día, al salir del instituto, lo abordó y le pidió algo inverosímil:  
—¿Te gustaría formar equipo conmigo? —preguntó con timidez.

Él la observó y notó su nerviosismo, un ligero rubor en sus mejillas. 

—Me parece bien —dijo él, divertido; no sabía que ejercía tal poder sobre ella.

Ella sintió su mirada divertida y el rubor subió aún más. 

—No me mires así —dijo ella con tono airado.

—¿Que no te mire cómo? —terció él.

Con esos ojazos azules que hacen que me derrita, respondió ella, visiblemente sofocada.

No puedo dejar de mirarte; así eres un misterio para mí —dijo él, ofreciéndole un botellín de agua fresca.

Después de aquel encuentro, fueron inseparables y famosos por sus andanzas.

Continuará...

M. D. Álvarez 

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