Relatos

lunes, 16 de junio de 2025

La puerta equivocaba.

En aquel baño lleno de burbujas, sobraba algo, pero todavía no sabía qué era. Mi inteligencia y astucia se veían sobrepasadas por la candidez y dulzura de aquella tierna jovencita que no me quitaba el ojo de encima, como diciéndome: "¿Dónde vas? No puedes entrar, me estoy bañando". Por fin me di cuenta de qué sobraba allí: era yo. Me había confundido de puerta. 

Le pedí mil perdones y me giré para irme. ¿Cómo podía haberme equivocado? Tan solo quería limpiar mis garras, llenas de sangre; estaban muy afiladas y era necesario que me las lavara si no quería que se me desafilaran. 

La jovencita no se asustó de mí. Qué raro, siempre creí que mi aspecto les desagradaba. ¿Será que ella es diferente?

M. D. Álvarez 

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