Relatos

domingo, 12 de enero de 2025

Ardor

Aquella leve brisa aliviaba algo su temperatura; estaba ardiendo después de un entrenamiento tan agresivo. La temperatura corporal había ascendido peligrosamente y debía refrescarse. 

Solo podía lanzarse al agua, pero ella estaba allí y su temperatura no paraba de subir. Se decidió y se lanzó a la carrera hasta adentrarse en el bravo mar, pasando al lado de ella, que lo miró zambullirse a unos 20 metros, pero no lo vio,  o al menos no se percató, hasta que lo vio salir a diez metros de ella, salpicándola. Ella se asustó y le salpicó, pero él había desaparecido de nuevo. 

Esta vez tardó más de 15 minutos en aparecer y lo hizo a casi dos centímetros de ella. Sorprendida, lo empujó, pero él no cedió; se quedó mirándola con sus grandes ojos azules.

—¿Y ahora qué? —preguntó socarronamente, cogiéndola por la cintura.  

—No te atreverías —dijo ella con cara de pocos amigos.  

—¿Qué te crees tú? —dijo, alzándola y arrojándola suavemente al agua.  

Ella, al verse cogida por sorpresa, salió con cara de pocos amigos y se lanzó a perseguirlo, pero él era más rápido y aguantaba mucho más que ella la respiración. La localizó a lo lejos y se zambulló de nuevo para sorprenderla por detrás. 

Justo cuando iba a surgir tras ella, algo lo detuvo en seco: había alguien con ella y no estaba cómoda; lo detectó por las vibraciones que emanaban de ella. 

Surgió tras el agresor, lo apartó de ella y se lo llevó lejos, advirtiéndole que si volvía a acercarse a ella, lo lamentaría.

Se volvió en dirección a donde estaba ella, que lo observaba con los brazos en jarra. Él pidió perdón con su sonrisa angelical.

"He sentido tu turbación y no he podido resistirme", dijo él sinceramente.
 
"Vale, acompáñame, tengo que tomarte las constantes vitales", dijo ella. "Te he visto muy acalorado, ¿el entrenamiento ha sido muy agresivo?"  

"Bueno, lo suficientemente como para subirme la temperatura."

M. D. Álvarez 

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