Relatos

viernes, 31 de octubre de 2025

Kata.

La veía correr todos los días por el parque. Un buen día, vio a unos asaltantes que la abordaron con malas intenciones, así que fue en su ayuda, espantando a los maleantes. Ella le dio las gracias y dijo que lo había visto por el parque practicando katas. Le preguntó si podría enseñarle algún movimiento. "Cuando quieras", le respondió él con visible alegría. "Te podría mostrar el primer movimiento: que recibeel no.bre de rei..

Primero que nada, el saludo, juntando los talones e inclinando el cuerpo hacia adelante, dijo él, efectuando los movimientos fluidos.

Ella imitó sus movimientos, que en él eran estilizados, pero en ella resultaban hasta casi graciosos.

Si te parece bien mañana te enseño más movimientos respondió él. Viendola alejarse corriendo.

M. D. Álvarez 

jueves, 30 de octubre de 2025

La mina de oro.

Te puedes hacer de oro, rezaba el cartelito de aquella tiendecita donde ofrecían todos los materiales para buscar oro; incluso ofrecían mapas de antiguas minas donde puede que, hace mucho, pero mucho tiempo, se encontrara oro. 

"Este mapa te llevará a la mayor mina de oro de la historia", le dijo el dependiente. El mapa parecía viejo, pero la "X" marcaba el lugar, y ese era de la colina rocosa de Shere, en Nigeria. Mal sabía el dependiente que aquel era el único mapa auténtico. Lo descubrí con el primer golpe de pico; la roca que cayó dejó a la vista la veta madre más grande.

M. D. Álvarez

miércoles, 29 de octubre de 2025

El lobezno austral.

Un verdadero cachorro de lobo austral atado con una gruesa cadena no tenía perdón, y él lo sabía. Tenía el deber moral de cuidar de sus hermanos, así que, para la noche de madrugada, se vistió de camuflaje, cubrió su rostro con betún y se coló en las instalaciones. Sabía perfectamente dónde se encontraba aquel precioso cachorro y conocía la ubicación de las cámaras; sus puntos ciegos no le costaron mucho llegar hasta la sala. Una vez delante del cachorrito, lo soltó, y el pequeñín, asustado pero dándose cuenta de la nobleza de su libertador, saltó a sus brazos. 

—Tranquilo, pequeño, te voy a llevar con tu familia —dijo él, colocándolo en una mochila porta mascotas, y salió tal y como entró, sin disparar las alarmas. Una vez fuera, se dirigió en su Harley Davidson Cosmic Starship al valle recién descubierto, donde su anhelada familia lo esperaba. Se detuvo y escuchó en la lejanía los aullidos, y, cogiendo al tierno cachorrito, lo instó a que respondiera al aullido. Fue lo que hizo, y el pequeño lobito aulló con todas sus fuerzas. Al cabo de veinte minutos, un grupo de lobos lo observaba con cautela. Al ver a su joven lobezno en brazos de un humano, se asustaron, pero el pequeño los calmó. El humano lo había rescatado y le estaba quitando el collar. 

—Ya está. Eres libre, pequeño, y no vuelvas a acercarte a los pueblos —dijo el joven, dejando al lobezno en el suelo. 

El pequeño salió corriendo en dirección a su madre, que observaba con cautela, pero finalmente se acercó con cuidado al joven, que extendió su mano para que ella olfateara y supiera que no era un enemigo, que podían contar con él para cualquier tipo de adversidades.

En cuanto regresó a su casa, su compañera le esperaba.

—Sé lo que has hecho y te quiero por ello. Debes tener cuidado; sabes que esos lugares de detención son peligrosos, no solo para los animales, sino también para ti, mi amoroso y dulce amor —dijo ella con voz melosa mientras acariciaba su dulce melena.

—Tranquila, tomó todo tipo de precauciones para que no me pillen —refirió él, besándola con delicadeza.

M. D. Álvarez 

martes, 28 de octubre de 2025

Cortejo fúnebre por un héroe.

Por aquellos carriles había transcurrido el convoy más importante, en el que transportaban el féretro de uno de los mayores héroes: un vagón descubierto donde el féretro abierto dejaba ver su dulce rostro. Todavía no se lo creían; parecía estar sumido en un profundo sueño. El ataúd era de la madera más noble y ricamente decorada con ilustraciones de las hazañas más maravillosas del difunto. Iba vestido con el uniforme de gala, luciendo en su pecho gran cantidad de condecoraciones. 

A los lados del féretro estaban su grupito de amigos, que, con el rostro descompuesto por el dolor, le rendían homenaje, y a la cabecera estaba situada ella, que, con el rostro triste, observaba a su compañero caído. El convoy era arrastrado por la Big Boy, la emblemática locomotora.

Los túneles por los que transcurrieron fueron bellamente decorados por los ciudadanos. El cementerio donde debían reposar los restos mortales era el famoso cementerio de Arlington, que se había engalanado para esta ocasión.. 

El cortejo funerario llegó a Washington Union Station, donde el féretro fue trasladado a un carruaje descubierto tirado por seis hermosos caballos lipizzanos de un blanco inmaculado. El cortejo transcurrió en el más absoluto silencio, bajo un hermoso día. El sol quiso rendirle también los honores, posando sus áureos rayos sobre su rostro.

A medida que el cortejo avanzaba, la mente de ella se llenaba de recuerdos. Recordó la primera vez que se conocieron, en aquel pequeño pueblo donde él había llegado como un joven audaz, lleno de sueños y determinación. Había algo en su risa contagiosa que iluminaba cualquier habitación, y su valentía inspiraba a todos a su alrededor. Cada misión que emprendieron juntos había sido un capítulo de aventuras inolvidables, desde el rescate de prisioneros hasta la lucha por la justicia en tiempos oscuros.

Los murmullos de la multitud a su alrededor se desvanecieron mientras su corazón se apretaba. Ella se preguntaba cómo sería el mundo sin él, cómo enfrentarían los días venideros sin su luz. La tristeza se mezclaba con el orgullo; él había dado todo por su país, y aunque su vida había sido corta, había dejado una huella imborrable.

Al llegar al cementerio de Arlington, el silencio reverente se hizo aún más profundo. Los soldados formaron filas a ambos lados del camino mientras el carruaje se detenía frente a una tumba recién excavada, adornada con flores frescas y banderas ondeando suavemente al viento. Ella se acercó al féretro por última vez, acariciando la madera pulida con dedos temblorosos.

"Prometo que siempre recordaré tus historias," susurró, sintiendo las lágrimas deslizarse por sus mejillas. "Tu valentía y tu risa vivirán en mí."

Los honores finales comenzaron: los disparos de salva resonaron en el aire y el sonido reverberó en su corazón. En ese instante, comprendió que aunque él ya no estuviera físicamente presente, su legado seguiría vivo en cada acto de bondad y valentía que ella llevaría consigo.

Con un último vistazo al ataúd, dio un paso atrás y se unió a sus amigos en un abrazo colectivo. Juntos, compartieron el dolor y la esperanza de que su héroe nunca sería olvidado.

M. D. Álvarez 

lunes, 27 de octubre de 2025

Operación Hazar.

Y llegaron del espacio exterior para devorarnos, tras devorar toda la materia prima de su planeta, incluidos los seres de su propia especie. Solo sobrevivieron los fuertes. Su equipo había logrado atrapar a una de aquellas criaturas; era un espécimen extraordinario de casi dos metros de altura. 

Lo sujetaron a la mesa de operaciones y lo sedaron. Habían visto un comportamiento completamente distinto al de sus congéneres. Lo que descubrieron fue aterrador y a la vez alentador: aquel espécimen tenía en su médula ósea células humanas, pero no eran unas células corrientes; aquellas células pertenecían al jefe de operaciones que había desaparecido cuando fue a investigar un avistamiento. No regresó, pero algo en el interior de aquel alien seguía vivo, y cuando se presentó en el domicilio de ella, no pudo evitar sentir una atracción hacia ella..

Él lo había guiado hasta la única persona que lo reconocería entre un millón. Por eso, cuando se tendió sobre la mesa de operaciones, supo que debía dejar este mundo para poder conocer los secretos de aquella nueva especie y localizar su punto débil. Lograron identificar el núcleo de suspensión; a partir de ese momento, la operación recibió el nombre de "Operación Hazar", en honor a su jefe de operaciones.

M. D. Álvarez 

domingo, 26 de octubre de 2025

Engendrado a la antigua usanza.

Lo concibieron a la antigua usanza; era diferente a todos los críos que fueron diseñados genéricamente y entregados en un dispensador a las madres. En cambio, su madre sufrió su embarazo con las náuseas, las patadas del pequeño y los dolores de parto. Pero cuando vio a su hermoso bebé de ojos azules y sonrisa arrebatadora, creció rodeado de todo el amor de sus padres.

Creció con unos valores de humanidad extraordinarios y, al cumplir la mayoría de edad, entró a formar parte de un grupo de élite donde conoció a Susanna, una doctora de genética avanzada, y un grupo de élite que se puso a su cargo para formarlos como un comando bajo el sobrenombre de "escudo de ataque".

Él era el único que había sido engendrado y no creado como los otros; por eso, sus facultades eran tan sorprendentes que sacaban de quicio a sus compañeros, que, siendo mejorados desde el nacimiento, tenían que esforzarse para llegar a su altura.

M. D. Álvarez 

sábado, 25 de octubre de 2025

La piel del licántropo.

Aquella pequeña cicatriz fue causada por una daga jambiya de 21 centímetros. Fue apuñalado por un asaltante que lo tomó por un pobre chico adinerado que no sabría defenderse. Qué equivocado estaba el atracador, ya que mostró su verdadera naturaleza después de haber sido apuñalado. Su naturaleza salvaje apareció; su piel lobuna era sintética, pero su licantropía era genuina. Su piel original de lobo fue abradada en un experimento fallido que trataba de mitigar sus arrebatos de furia. Quemaron por accidente su piel de licántropo, haciendo que el joven di tierra un dolor permanente casi insufrible. Solo ella supo cómo calmar su dolor; recubrió su epidermis dañada con una dermis sintética fabricada con una muestra que le tomó hace unos años. Su capacidad de clonación era extraordinaria. 

Ella se acercó a él con cautela, consciente de la tormenta que rugía en su interior. La cicatriz en su piel sintética parecía un recordatorio constante de su dolor, pero también de su lucha. Mientras lo observaba, notó cómo sus ojos, antes llenos de miedo y confusión, ahora brillaban con una ferocidad inquebrantable. 

“Debes aprender a controlar esa furia”, le dijo ella, su voz suave pero firme. “Tu naturaleza no es tu enemigo; es una parte de ti que necesita ser entendida”. 

Él la miró, desconcertado. ¿Cómo podía alguien comprender el tormento que llevaba dentro? Su piel de lobo, aunque sintética, era un constante recordatorio de su pérdida. La quemadura que había sufrido en el experimento lo había dejado con un dolor que apenas podía soportar. Pero ella, con sus conocimientos extraordinarios y su habilidad para clonar células sanas, le había dado una segunda oportunidad.

“¿Y si no puedo controlarlo?”, preguntó, la angustia asomando en su voz. “¿Y si me convierto en lo que todos temen?”

“Esa es precisamente la razón por la que debes intentarlo”, respondió ella con determinación. “No eres solo un monstruo; eres un ser capaz de elegir. Te ayudaré a encontrar el equilibrio entre tu humanidad y tu licantropía”.

Con cada palabra, él sentía que la oscuridad dentro de él se calmaba un poco. Aquel rincón del universo donde se encontraban parecía desvanecerse mientras se concentraba solo en ella y en la promesa de un nuevo comienzo.

Juntos comenzaron a trabajar en un plan para fortalecer su mente y cuerpo. Ella utilizó su capacidad de clonación para crear un injerto dérmico que no solo aliviaría el dolor físico, sino que también le permitiría conectar con su verdadero ser sin perder el control. 

A medida que pasaban los días, él empezó a descubrir habilidades ocultas dentro de sí mismo: agilidad sobrehumana, sentidos agudizados y una resistencia que nunca había imaginado poseer. Pero también aprendió a canalizar esa fuerza hacia algo positivo; en lugar de dejarse llevar por la rabia y el miedo, comenzó a utilizar sus habilidades para proteger a los más vulnerables.

Sin embargo, a medida que se fortalecía, también aumentaban las sombras del pasado. El asaltante que lo había apuñalado seguía libre, y la sed de venganza comenzaba a despertar nuevamente en su interior.

“Recuerda”, le advirtió ella un día mientras entrenaban juntos bajo la luz tenue de un atardecer grisáceo, “la venganza puede consumirlo todo si no tienes cuidado”.

Él asintió lentamente, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que debía tomar decisiones difíciles: ¿sería un protector o se dejaría arrastrar por la oscuridad?

M. D. Álvarez 

viernes, 24 de octubre de 2025

Estrella gemela..

Su estrella tenía un gemelo al que no conocía. Su naturaleza débil lo había alejado de su gemelo; sus padres lo desterraron y lo teletransportaron a un universo lejano, donde los pobladores eran débiles y frágiles. Lo enviaron para fortalecer su carácter y hacerse el dueño del universo, sometiendo a los pobladores más débiles que él se encargaría de erradicar para unir a su universo de nacimiento.

Su gemelo oscuro era terriblemente aterrador y poderoso; era ideal para someter su universo tenebroso. Los dos juntos llevarían a la total extinción de todos los multiversos.

Cuando se unieran, sus dos estrellas estallarían en una reacción en cadena que destruiría todos los comienzos y, de por sí, la expansión, dejando sin existencia a los moradores de la luz y otorgándole el poder a los moradores de las sombras.

M. D. Álvarez 

jueves, 23 de octubre de 2025

Odio.

Odiaba a su hermano con un odio tan visceral que los familiares le tenían miedo, un miedo atronador. No sabían de lo que sería capaz, pero nunca le haría daño. 

Es más, se quitaría de en medio si con ello conseguía que él se sintiera orgulloso de él. Sentía verdadera devoción por él, aunque siempre lo sacaba de sus casillas, ya fuera por pincharle o por darle un aliciente, aunque él no lo veía así. 

Creía que lo estaba castigando por su docilidad, pero tan solo quería que hiciera algo en la vida.

M. D.  Álvarez 

miércoles, 22 de octubre de 2025

El gran olmo y el tejo.

Aquel planeta era un auténtico vergel; crecían tanto árboles de hoja caduca como perennes, de semillas y de generación espontánea. Todas las especies de árboles que podíais imaginar crecían en aquel hermoso y tornasolado planeta. 

Su guardián era un gran y milenario olmo caminante. Y si en aquel planeta los árboles caminaban, cada anochecer se movían al son de las estrellas y danzaban bajo ellas como dulces fuegos fatuos..

El gran olmo los apacentaba como a un rebaño; los pastoreaba con delicadeza y ánimo. A los más tiernos brotes los mimaba con verdadera devoción; conocía su vida aún antes de ser germinados. 

Hubo un tierno brote al que se le quebró una ramita. El gran olmo lo acogió como a su más tierno y futuro sucesor. La rama quebrada le dio un porte salvaje que lo hacía deseable a las jóvenes hayas.

El tan solo se sentía incompleto y débil hasta que el gran olmo lo acogió bajo sus robustas ramas y le comenzó a instruir en los deberes de un guardián. El joven tejo sintió que su determinación sería puesta a prueba y se aplicó en aprender las enseñanzas del gran olmo..

Una noche aciaga, una devastadora tormenta lanzó un rayo furibundo sobre el enorme olmo y lo hirió de muerte. El olmo, sabiendo su cruel destino, llamó a su joven y robusto tejo y le ordenó que apaciguara a su rebaño y jamás lo abandonara.

El joven tejo lloró amargamente la pérdida de su guardián y se juró cuidar de su rebaño tal y como el gran olmo había hecho durante milenios.

M. D. Álvarez 

martes, 21 de octubre de 2025

El genoma de la venganza.

Con aquella apariencia tan salvaje pero estilizada, ella los traía de calle. Mal sabían los pobres incautos que tras aquella hermosa y estilizada figura se escondía una sádica asesina que hacía pagar a los hombres la pérdida de su amado. 

En aquella tarde encapotada, cuando los hados miraban para otro lado, su compañero fue brutalmente asesinado por una cuadrilla de maleantes, y a la vista de todo el mundo. Por eso, nadie se libraría de su cruel venganza. 

Por aquel entonces, ella era una joven científica que estudiaba el genoma humano. Cuando lo perdió, utilizó sus conocimientos para hacerse más fuerte, más astuta y más aterradora. Por eso, cuando una cuadrilla de hombres aparecía en su sector, mejor que los pillaran confesados; no lograrían salir vivos de su territorio. Por muy violentos que se creyeran, no tenían nada que hacer frente a ella. 

M. D. Álvarez 

lunes, 20 de octubre de 2025

El origen de los nublar

Cada vez que oía aquella canción, lo recordaba con melancólica nostalgia. Cuando él era un gran partido, no solo por su rango, sino por el escalafón que ocupaba en la jerarquía de los licántropos. Era un apuesto príncipe de la estirpe de los nublares. Lo conoció en una de aquellas ostentosas fiestas de alto copete a las que a él no le gustaba asistir, hasta que la vio allí, en el centro, rodeada de sus primos. Justo en aquel momento, comenzó a sonar "Only You" en la sugerente voz de Elvis Presley. Se acercó espantado a todos sus primos; debido a su rango, se le debía pleitesía. Ella lo vio aproximarse con aquella canción de fondo y supo que él sería el único al que amaría con todas sus fuerzas.

Por eso, cuando desapareció, ella lo buscó a pesar de las reticencias de su familia, que no veía con buenos ojos la relación de su hijo con una humana. Al parecer, él era el favorito para suceder a su padre, cosa que no le hacía mucha gracia a él; por ello, lo consideraban una oveja negra..

El último día que lo vio, él le entregó su bien más preciado: una brújula antigua que le dejó su madre antes de morir. Le dijo que, si algún día se perdía, utilizara la brújula, que siempre apuntaba a su corazón.

La brújula, a diferencia de las normales, apuntaba siempre en una dirección que no era el norte. Por eso, al ver el poco interés de su familia en buscarlo, decidió que iría ella a buscar al amor de su vida. La brújula la llevó a la gran cordillera de la cual eran originarios los Nublar.

Lo llamó a voz en grito y los ecos de su nombre que eran devueltos sin respuesta no cesaron en su empeño. Siguió llamándolo y, en una de aquellas, un eco distinto le respondió, pero era un aullido salvaje que, en cada eco, se iba acercando. Hasta que, sobre una cima no muy lejana, vio su silueta, pero algo había cambiado en él; su aspecto era brutal. Tuvo miedo, pero no huyó; es más, agachó la cabeza y esperó. Al cabo de diez minutos, sintió que se acercaba y, cuando lo tuvo a menos de dos centímetros de su cabeza, lo oyó olfatear y, con su poderosa garra, delicadamente le alzó la cabeza. Sus rasgos, antes nobles, se habían transformado de forma salvaje; su otrora hermoso rostro estaba surcado de aterradoras cicatrices. Sus ojos, en cambio, seguían teniendo aquel brillo de determinación. Ella alzó su mano hacia el rostro de él; el leve contacto lo apaciguó.

De aquí son originarios los Nublar, de estas agrestes cumbres y oscuros bosques. Aquí nací yo. No quiero perderte por presiones familiares; no deseo reinar, y menos si no te tengo a mi lado. Su padre, un anciano lobo gris, lo llamó a su presencia y le preguntó:

—"Tú has sido siempre el favorito de todos, ¿por qué ahora te niegas a sucederme?"

"Padre, no me siento digno de sucederte en el trono Nublar por una sencilla razón: amo a una humana y, según la tradición, debes expulsarme y desterrarme", dijo él con amargura.

Su padre, al ver el dolor de su hijo, lo abrazó y le dijo al oído: "Si tú reinaras, podrías cambiar las vetustas tradiciones que rigen desde que tan solo éramos bestias."

Él, visiblemente contrariado, abrazó a su padre y aceptó su destino. Cuando subiera al trono, derogaría leyes arcaicas y promulgaría nuevas tradiciones.

M. D. Álvarez 

domingo, 19 de octubre de 2025

El guardián de la brecha.

La fractura en el espacio-tiempo abrió una brecha al infierno que había pasado a toda criatura malsana con sed de almas puras, que solo lo tenían a él como protector: un brutal pero noble, entre los nobles, licántropo de ojos azules. Situado frente a la brecha temporal, iba acabando con todas las aberraciones que cruzaban.la factura su fortaleza se veía puesta a prueba cada vez que una de aquellas monstruosidades cruzaba la abertura.


El licántropo, con su imponente figura y pelaje oscuro como la noche, se mantenía firme frente a la brecha. Sus ojos azules brillaban con una intensidad casi sobrenatural, reflejando la furia contenida en su interior. Cada vez que una criatura emergía del abismo, un rugido ensordecedor resonaba en el aire, y él se lanzaba a la batalla con una ferocidad que solo un protector podía poseer.

Las aberraciones eran horrendas: con garras afiladas, dientes como cuchillas y ojos que destilaban malevolencia. Pero el licántropo no temía. Sabía que su misión era proteger a los inocentes, y cada alma que salvaba le daba más fuerza. Con movimientos ágiles y precisos, se enfrentaba a cada monstruo que intentaba cruzar la brecha.

Mientras luchaba, recordó las historias de su linaje; había sido criado entre nobles, pero no por su sangre, sino por su valentía y honor. En su interior llevaba el peso de la responsabilidad de proteger a aquellos que no podían defenderse. Cada golpe que asestaba a las criaturas era un recordatorio de su propósito.

De repente, una sombra más grande apareció en el horizonte de la brecha. Era una criatura imponente, con alas membranosas y una risa burlona que resonaba como un eco maligno. El licántropo sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal; sabía que este enemigo era diferente.

—"¿Qué te hace pensar que puedes detenerme?" dijo la criatura con una voz profunda y retumbante, mientras se acercaba.

El licántropo apretó los puños. —"Porque no lo haré solo por mí; lo haré por cada alma que has intentado devorar."

La criatura se lanzó hacia él con una velocidad sorprendente, pero el licántropo ya estaba preparado. Con un salto ágil, esquivó el ataque y contraatacó con una serie de zancadas rápidas que hicieron temblar el suelo. La batalla era feroz; cada golpe resonaba como un trueno en la noche oscura.

Mientras luchaban, el licántropo sintió cómo la fuerza de sus ancestros fluía a través de él. Recordó las voces de aquellos que habían luchado antes que él y cómo habían caído para proteger su mundo. No podía permitir que sus sacrificios fueran en vano.

Con un último esfuerzo, concentró toda su energía en un ataque devastador. Sus ojos azules brillaron intensamente mientras desataba su verdadero poder. Un grito ensordecedor llenó el aire cuando golpeó a la criatura con una fuerza imparable, enviándola de vuelta al abismo del cual había salido.

La brecha comenzó a cerrarse lentamente, pero aún había tiempo para salvar a aquellos atrapados en el caos. Con determinación renovada, el licántropo se giró hacia los gritos de aquellos que aún necesitaban ayuda.

—"¡Vengan! ¡Es hora de salir!" gritó mientras corría hacia ellos.

Era un protector entre los nobles y un guerrero entre las sombras. Su lucha no había terminado; solo acababa de comenzar.

M. D. Álvarez 

sábado, 18 de octubre de 2025

Momento de debilidad.

Llevaban horas encerrados en aquel despacho. Lo iban a degradar y puede que a expulsar. Ni siquiera protestó; aceptó la sanción y se fue.

Sus camaradas no pudieron apoyarlo, por mucho que insistieron en hablar en su favor. Él se retiró del servicio activo; no quería perjudicar su carrera.

Ella no comprendió por qué lo habían degradado y expulsado por algo que habían cometido los dos.

Los dos sentían una atracción mutua y, en un momento de debilidad, consumaron su amor.

Según las malas lenguas, había habido un chivato que lo había denunciado por actos deshonestos.

M. D. Álvarez 

viernes, 17 de octubre de 2025

Entre el hielo y el fuego

En aquel iglú donde el frío se convertía en una auténtica sauna, ella jugaba con él como deseaba, lo que lo obligaba a esforzarse al máximo. Después de una noche de sexo desenfrenado, tenía que salir a enfriarse, cosa de la que los del otro iglú se reían. 

—Como digáis una palabra, os cuelgo —decía ella, llamándolo con voz melodiosa—. No te enfríes tanto, mi rey. 

Y él acudía sumiso a sus ardientes brazos.¡:

El frío exterior era implacable, pero dentro del iglú, la atmósfera era completamente diferente. Ella lo abrazaba con fuerza, y el calor de su cuerpo lo envolvía como una manta. Él se dejó llevar por ese momento, olvidando por un instante las risas burlonas de los del otro iglú.

—¿Sabes? —dijo ella, con una sonrisa traviesa en sus labios—. Me encanta tenerte así, completamente a mi merced.

Él soltó una risa nerviosa, sintiéndose vulnerable pero a la vez emocionado. —¿Y si decido rebelarme? —preguntó en un tono juguetón.

Ella lo miró con desafío, sus ojos brillando con picardía. —Te advierto que eso podría ser muy peligroso para ti. Pero si insistes… —se inclinó hacia él, susurros de aliento caliente sobre su piel—, podría hacer que te arrepientas.

La tensión entre ellos creció, un juego de seducción que los mantenía atrapados en su propio mundo. Él sabía que no podía resistirse a sus encantos; cada palabra que salía de sus labios era como un hechizo que lo atraía más y más hacia ella.

Mientras tanto, las risas del grupo en el iglú vecino resonaban en el aire helado. Uno de ellos gritó: —¡Vamos, deja que se enfríe un poco! ¡No queremos que se convierta en un malvavisco!.

Ella se rió y le dio un ligero empujón. —Mira lo que has provocado. Ahora tengo que defenderte.

Él sonrió, disfrutando del juego. —Quizás debería quedarme aquí todo el tiempo y dejar que me defiendas.

—No sería tan fácil —respondió ella con una mirada desafiante—. Si te quedas aquí demasiado tiempo, podrías perderte en el calor y olvidar quién eres realmente.

Él frunció el ceño, sintiendo la verdad en sus palabras. ¿Qué pasaría si se dejaba llevar completamente por esa pasión? La idea era tentadora pero también aterradora.

Decidido a mantener su identidad intacta, se apartó ligeramente, buscando el equilibrio entre el calor de su cuerpo y la realidad fría del exterior. —Necesito un respiro, pero prometo volver pronto.

Ella lo observó salir del iglú, la sonrisa aún dibujada en su rostro mientras él se enfrentaba al aire helado. El contraste era brutal: el frío le mordía la piel mientras su mente seguía atrapada en los recuerdos ardientes de esa noche.

Mientras él respiraba profundamente y dejaba que el frío le despejara la mente, no podía evitar pensar en ella y lo que significaba para él. Tal vez había algo más allá de esa atracción desenfrenada; tal vez había un futuro donde pudieran compartir más que solo momentos efímeros bajo las estrellas.

Regresó al iglú con determinación renovada y encontró a ella esperándolo con los brazos cruzados y una sonrisa burlona.

—¿Te has enfriado lo suficiente? —preguntó mientras él se acercaba nuevamente.

—Lo suficiente para saber que no puedo alejarme de ti —respondió él con sinceridad.

Ella sonrió ampliamente antes de abrir los brazos para recibirlo otra vez. En ese instante, entendieron que su conexión iba más allá del deseo; estaban construyendo algo único en medio del frío polar y las risas ajenas.

La noche prometía ser larga y llena de sorpresas mientras ambos se sumergían nuevamente en su pequeño refugio cálido, dispuestos a explorar no solo su pasión sino también los misterios que cada uno guardaba en su corazón.

M. D. Álvarez 

jueves, 16 de octubre de 2025

Presion bajo el mar.

Mientras él se devanaba los sesos y se rompía los cuernos, sus compañeros se entretenían oyendo música. Ella se preocupó al ver su rostro de preocupación y se acercó.  

—¿Estás bien? —le preguntó, viendo cómo se removía en su asiento.  

—No, claro que no estoy bien. No sé cómo resolver este problema. Mientras yo me rompo los cuernos, vosotros parecéis no daros cuenta del gran peligro que corremos. En este preciso momento, se cierne sobre nosotros una gran presión y no tengo ni idea de cómo protegeros —dijo, revolviéndose como un lobo enjaulado..

Ella lo observó con ternura, posó su mano sobre su pecho y se inclinó sobre él, besándolo con dulzura. Aquello pareció calmarlo y, a los dos segundos, una idea cruzó por su mente. 

—Sabes, eres increíble y por eso te quiero —dijo él, levantándose y dirigiéndose a la habitación de al lado, donde los equipos de submarinos estaban almacenados. Cogió una de las bombonas y se la puso al hombro. 

—¿Por qué has cogido una bombona de oxígeno? 

—No hay aire suficiente en las instalaciones, pero si os metéis en la cabina de descompresión, os podría subir a la superficie —dijo él, con un brillo en la mirada que no admitía demora.. 

—Pero, ¿y tú no tienes suficiente oxígeno en esa bombona para llegar a la superficie? —refirió ella, visiblemente alterada.

—"He estado entrenando y mi capacidad pulmonar se ha expandido lo suficiente. No hay tiempo que perder; ve y llévalos a la cabina de descompresión. Cuando estéis dentro, la soltaré, me sumergiré y colocaré unas correas, y os subiré. Tranquila, te veré arriba —dijo acariciando su mejilla..

Ella no las tenía todas consigo, pero obedeció. Llevó a los cuatro amigos que protestaban, pero a regañadientes se metieron en la cámara de descompresión. Ella cerró la seguridad y soltó la cabina sobre el puente de atraque, sujeta con grilletes y cinchas, y se sumergió. La cabina soltó lastre y comenzó a sumergirse. Él se colocó el arnés y se metió en las aguas heladas y comenzó a nadar hacia arriba. La presión era brutal, pero debía subirlos. Cuando la bombona se quedó sin aire, siguió ascendiendo; su capacidad pulmonar y su tesón los subieron a la superficie. Ella abrió la escotilla y lo encontró desmayado. Por suerte, había tenido la inteligencia de mandar un mayday con las coordenadas y fueron recogidos sanos y salvos.

En la superficie había un barco hospital y lo llevaron a una cámara hiperbárica, donde tuvo que pasar un tiempo hasta que la presión en su cuerpo se igualara.

M. D. Álvarez 

miércoles, 15 de octubre de 2025

Restos de honor.

No lograba moverse; el golpe en su espalda le quebró. Aquel licántropo le había partido la espalda y ahora pretendía acabar con su equipo. Tenía que evitar a toda costa que ellos sufrieran su falta de sacrificio, así que le gritó a aquel pasmoso licántropo: "Eh, eh, ¿tú te has creído que ya has acabado conmigo? Ven si te atreves, tengo las pelotas más grandes que las tuyas". El licántropo se detuvo y se giró, mientras él les hacía gestos a su equipo, instándoles a que huyeran. 

"¿Que las tienes más grandes que las mías? ¡Habráse visto cuánta fanfarronería!", respondió el licántropo. 

"Puede, pero ni te has percatado de que tengo una granada y sin anilla", dijo, soltando la granada. Estalló, matándolos a ambos. 

Desde el fondo de la cámara se oyó un alarido de dolor; trataban de detenerla sin conseguirlo.

Cuando llegó a su lado, solo quedaban dos cuerpos destrozados. 

""No podemos dejarlo ahí", dijo, recogiendo los restos mortales de su pareja. Su equipo la alcanzó y sus rostros expresaron el horror que estaban presenciando. La ayudaron a cargar los restos de él y regresaron a la base de operaciones. Ella estaba en shock; la llevaban con cuidado y depositaron los restos de él en una funda para cadáveres.

Los funerales fueron terriblemente dolorosos, pero a la altura de un gran héroe. Las salvas resonaron atronadoras en el corazón de ella. Su vida, después de aquella gran pérdida, se dedicó por entero a desmantelar la fábrica de híbridos de la que salió el licántropo que asesinó a su pareja.

M. D.  Álvarez 

martes, 14 de octubre de 2025

El corazón del guerrero.

Por ello, era el capitán más experimentado del ejército interplanetario; sus grandes dotes de mando y capacidades de combate lo hacían el ideal, pero él tan solo quería ser amado y no visto como un arma de guerra. Cuando estaba de permiso, el ritmo de su corazón era pausado y tranquilo; sus largos paseos por la naturaleza lo calmaban. Se quedaba absorto viendo el acrobático danzar de las mariposas, que al descubrirlo no huían; es más, revoloteaban sobre su magna cabeza y alrededor de sus orejas, que, en sintonía con el dulce danzar de las maravillosas mariposas, se movían al compás. 

Era un licántropo con corazón noble; adoraba la belleza de la naturaleza. De pronto, escuchó un crujido: algo se acercaba, destrozando la floresta. Se colocó en posición de defensa. Las mariposas todavía revoloteaban sobre su cabeza y alrededor de sus orejas. Tras los gruesos árboles, algo se movía, algo gigantesco que derribó una halla milenaria..

—"Quita de en medio o te pasaré por encima",— oyó decir antes de que en el claro entrara un dantesco ser aterrador. Pero él no se apartó; es más, le hizo frente. Nada destrozaba la naturaleza sin sufrir las consecuencias.

El ser que emergió del bosque era una monstruosidad de escamas brillantes y ojos como brasas encendidas. Su aliento era caliente, y el aire a su alrededor vibraba con una energía oscura. Quien lo observó tan solo percibió una energía calmada. Entonces, el monstruo soltó un rugido ensordecedor que reverberó en el claro, haciendo temblar las hojas de los árboles y asustando a las tiernas mariposas que seguían revoloteando sobre su cabeza. Pero ellas veían algo más: percibían su gran potencial.

La criatura avanzó con furia, sus garras afiladas listas para atacar; él esquivó el primer golpe y situándose detrás de él le efectuó  una llave de estrangulación, la rear naked choke pero no lo mato aquella criatura .
—"No eres mi enemigo,"— dijo con voz calmada. —"Eres solo una sombra del daño que hemos causado a este mundo." Se dio vuelta y dejó al ser atrás mientras las mariposas lo seguían danzando alegremente a su alrededor.

M. D. Álvarez 

lunes, 13 de octubre de 2025

Una noche especial.

La había invitado a una cena romántica. Preparó la mesa con mantel y servilletas de etiqueta, utilizó la vajilla de porcelana "Flora Danica" que heredó de su madre, junto con la cubertería de plata de ley Odiot Trianon Vermeil de Tetard, que heredó de su abuela. Cuando tuvo preparada la mesa para dos, se puso con la cena.

Primeramente, la agasajó con tostas de caviar de beluga con queso Garrotxa, que ella degustó como la exquisitez más deliciosa. 

En el segundo plato, ofreció dados de kobe con vegetales y salsa teriyaki, todo ello regado con un vino tinto Cabernet Sauvignon servido en copas Josephine. Ella estaba gratamente sorprendida; no conocía aquella faceta suya.

Y para terminar, tu postre favorito: tarta de yogur y granada, dijo él con delicadeza, mientras ponía una ración de aquella deliciosa y exquisita delicatessen.

Ella no pudo aguantar más y se levantó, y fue directa hacia él, diciendo: —"No conocía esta faceta tuya. ¿Qué quieres?"—, entre pícara y sonriente..

—"Nada, solo quería agasajarte como te mereces" —dijo él sinceramente, acompañándolo de nuevo a la silla y acomodándola. Se sentó y observó cómo disfrutaba de su postre favorito.

Mientras ella saboreaba cada bocado de la tarta de yogur y granada, él no podía evitar observarla con una sonrisa. La forma en que sus ojos se iluminaban con cada cucharada era un espectáculo que lo llenaba de satisfacción. 

—"¿Sabes? Siempre pensé que las cenas románticas eran algo cliché, pero esta noche me has demostrado lo contrario", dijo ella, sonriendo mientras dejaba el tenedor a un lado. 

—"Me alegra escuchar eso", respondió él, sintiéndose un poco más relajado. "Solo quería hacer algo especial. A veces, la rutina nos hace olvidar lo importante que es disfrutar de los pequeños momentos."

Ella lo miró con curiosidad, como si estuviera intentando descifrarlo. —"¿Y qué más tienes planeado para nosotros esta noche? Este es solo el comienzo, ¿verdad?"

Él se inclinó hacia adelante y, con un brillo travieso en los ojos, dijo: —"No quiero arruinar la sorpresa, pero tengo una pequeña actividad después de la cena. ¿Te gustaría saberlo o prefieres dejarte llevar?"

Ella se mordió el labio inferior, pensativa. —"Déjame adivinar... ¿una búsqueda del tesoro en tu sala de estar?" Ambos rieron ante la idea absurda.

—"Algo así, pero mucho más emocionante", afirmó él, levantándose y dirigiéndose a una pequeña caja que había preparado con anticipación. La abrió con cuidado y sacó dos boletos.

—"¡Tickets para un concierto de esa banda que te encanta!" exclamó él, observando cómo su rostro se iluminaba aún más.

—"¡No puedo creerlo! ¿De verdad hiciste esto por mí?" Su emoción era palpable.

—"Por supuesto. Quiero que cada momento contigo sea memorable", dijo él mientras regresaba a su silla.

Ella se acercó a él y tomó su mano entre las suyas. —"Eres increíble. No solo por la cena y el concierto, sino porque me haces sentir especial."

El ambiente se llenó de complicidad y ternura. Ambos sabían que aquella noche estaba destinada a ser solo el principio.

M. D. Álvarez 

domingo, 12 de octubre de 2025

Leyenda negra.

—Y dale con la leyenda negra. No hagáis ni caso, no pasó nada de lo que os contaron. Rugió Ares. —Todo fueron infundios vertidos por los enemigos del imperio. No torturé ni agredí a ninguno de los prisioneros, y si estáis juzgando por eso, no tenéis ni idea.

La sala permaneció en un silencio sepulcral; Ares había tocado un tema escabroso por el que los jueces trataban de eludir, no deseaban confrontar opiniones.

Ares sintió todo el peso del imperio sobre él; no deseaba que lo difamaran ni que utilizaran las aberrantes mentiras que vertieron contra su país.

—No fuimos ángeles, pero tampoco demonios; solo tratamos de ser justos con los pueblos que descubríamos. Tratamos de comprender sus culturas, logrando algunas veces; otras, fuimos recibidos con sangre y fuego. Aún así, tratamos de minimizar los daños. Y, tras su discurso, no fue el silencio lo que llenó la sala, sino el estruendoso ruido de una historia que se negaba a ser ocultada bajo viles mentiras.

M. D. Álvarez

En lo más profundo de su imaginación.

Sus manos eran su método de subsistencia en un mundo privado de imaginación. Sus pinturas parecían cobrar vida tras plasmarlas en lienzos diáfanos, con tan solo algunos trazos al azar. Su imaginación tomaba el control de sus manos, que se movían con tal destreza, manejaba pinceles, lápices y carboncillo, todo lo que tuviera a mano, para que su ferviente e intensa imaginación sugiriera sin límites. 

Una noche, se despertó sobresaltado; algo lo inquietaba, algo en sus sueños lo atormentaba: una sombra sin rostro. 

Cogió lo primero que alcanzó: un rotulador, y en la pared desnuda de su habitación comenzó a plasmar el ente que lo atormentaba. Cuando terminó, vio que el ser sin rostro lo observaba con ojos amarillos llenos de ira.

—¿Qué te he hecho para que me odies tanto? —le gritó a su pintura.

—Tú me has creado en tu imaginación, pero nunca me has pintado —escuchó la voz que surgía de la pared—. Pero ahora que me has dibujado, puedo surgir y cobrar vida —espetó, y el ente de ojos amarillos comenzó a salir de la pared. El joven artista quedó horrorizado; su creación más lúgubre y sanguinaria lo miraba ya no desde la pared, sino que lo hacía frente a él.

Un aterrador grito rompió la noche. A la mañana siguiente, del artista no había ni rastro, al igual que de su creación.

M. D. Álvarez 

Este relato se lo dedico a mi hermano pequeño, en el día de su cumpleaños. Su arte siempre me inspira a escribir mis historias.  

Felicidades, Ángel. Disfruta de una nueva vuelta al sol.

El dragón azul.

Era una vez un pequeño dragoncito de escamas de un color azul apagado al que todos llamaban "el retaco" por su corta estatura. Él se sentía triste y acomplejado; los demás dragones a su edad lucían gran estatura y escamas de vivos colores. Lo que nadie sabía era que su genealogía venía de los albores del tiempo, de los orígenes de los dragones, cuando su crecimiento era lento, lo que los llevaba a ser más longevos y más sabios. 

Shilor nació cuando los dragones prásinos reinaban con sus vivos colores de un verde intenso. Los padres de Shilor cuidaron de su chiquitín, protegiéndolo de los demás advenedizos que veían en su azul apagado un signo de mediocridad. Un buen día, mientras sus padres cazaban para alimentar a Shilor, él se aventuró fuera de la guarida. Sus preciosos ojitos azules se maravillaron del intenso azul del cielo. 

Sus pequeñas alas todavía no se habían desarrollado del todo;. Por mucho que lo intentó, no pudo levantar el vuelo. Finalmente, volvió triste y lloroso a la cueva, donde sus padres lo esperaban preocupados. Su querida madre lo miró y comprendió su tristeza; lo llevó a la entrada de la cueva y lo fijó.

—Mi pequeño Shilor, un día tú reinarás en los cielos como lo hicieron nuestros ancestros al principio de los tiempos. Tu color florecerá en el momento indicado, ni antes ni después; su fulgor surgirá cuando los hados dispongan. ¿Ves ese conjunto de luminarias? Sabes cómo se conocen.

El jovencito Shilor miró curioso al grupo de luces que parpadeaban, se dio cuenta de que parecía un dragón majestuoso y respondió: 

—¿Dragón? —respondió dubitativo el chiquitín.

—Sí, mi amor. Él fue el primero de todos. Su color, de un azul tan intenso, al principio era un tono apagado, pero cuando tuvo que luchar, su fuego hizo que su azul fuera el más espectacular de todos. Sus hazañas fueron leyendas y los hados lo hicieron ascender al firmamento, donde nos cuida. Así que no tengas prisa en crecer; tu momento llegará, mi tesoro —dijo ella, envolviendo a su pequeño entre sus poderosas alas.

M. D. Álvarez 

Relato dedicado a mi hermano Ángel, de cuyas manos surgen ilustraciones maravillosas que me inspiran historias de todo tipo.

sábado, 11 de octubre de 2025

El emperador de jade.

En aquel enorme tráiler, transportado por un gigantesco camión, se encontraba un cargamento de oro que había sido hallado en uno de los más misteriosos túneles del planeta. Estos túneles se encontraban escondidos en el corazón de la selva amazónica. Según se cuenta, comunicaban con muchos otros conductos naturales que atraviesan la tierra; incluso se dice que comunican con la cámara secreta del primer emperador de jade del imperio del sol naciente..

Los rumores del hallazgo de tan extraordinario cargamento corrieron como la pólvora, llevando a los cazatesoros a internarse en la inmensa jungla en busca de enigmáticos túneles y de todos los tesoros que encerraba en su interior. Pero todos los que se adentraron en la majestuosa selva jamás regresaron; o, si lo hicieron, volvieron traumatizados, contando los horrores sufridos en el interior de la gran selva esmeralda.

Como ya dije, los túneles comunicaban con la cámara secreta de la tumba del mitológico emperador de jade, Jinmu Tennō, que en tiempos antiguos gobernó sobre las oscuras tierras de Japón, cuando estaba unido al continente asiático por una gran cantidad de penínsulas..

Os preguntaréis quién logró sacar el cargamento de oro; a ello voy ahora. Un buen día, en uno de los sótanos de una de las muchas cositas solariegas de estilo español que se hallaban en Taucapeçaçu, se hundió, dejando a la vista un inmenso y oscuro agujero. Esta ciudad estaba en las orillas del río Negro, el afluente más caudaloso del Amazonas. Pues bien, un aguerrido joven descendió al abismo que se cernía bajo él. Al llegar al fondo, se dio cuenta de que tanto las paredes como el suelo estaban suavemente pulimentados. Recorrió alrededor de 20 kilómetros hasta una inmensa puerta; esta puerta estaba cerrada con un gran sello con la forma de una gigantesca boa negra: Yacumama, la madre del río.

El joven humedeció el sello con el agua de una botella, y el sello se abrió. La puerta comenzó a abrirse, mostrando un gran espejo líquido donde se reflejaba su imagen y, tras él, la gran serpiente negra que, con lengua bífida, le instó a atravesar el espejo. En cuanto lo hizo, se encontró en una cíclope estancia llena de joyas, armas, carros, cráteras, jofainas y todo tipo de objetos que se puedan imaginar. Pero de un abrumador material dorado, nuestro joven explorador se adentró en la inmensidad de la cámara, atraído por un leve fulgor verde. Tras una de las muchas montañas de oro se encontraba un majestuoso trono donde una efigie sentada vigilaba el gran tesoro. Tanto el trono como la efigie estaban tallados en jade. Al pie del trono había una inscripción que rezaba de la siguiente manera: ここに初代玉皇が眠る。彼の栄光は運命の秤で量られるだろう。。

Nuestro protagonista no conocía aquel idioma, así que tomó una moneda y un rubí de gran tamaño y regresó con esas dos piezas. Organizó una gran expedición a los túneles, cargando toneladas y toneladas de oro y piedras preciosas. Lo único con lo que no había contado fue con la ira de Jinmu Tennō, quien soltó a uno de sus grandes dragones que, furioso por los ladrones de tumbas, hizo caer el gran camión con el gigantesco tráiler al caudaloso y bravo Río Negro, que terminó por tratarse de la inmensa fortuna del joven que, con avaricia, había tratado de robar los tesoros del emperador de jade.


M. D. Álvarez 
Traducción de la inscripción:  初代玉皇大帝がここに埋葬されています。彼の栄光は運命の秤で量られるだろう。

Aquí está enterrado el primer Emperador de Jade. Su gloria será pesada en la balanza del destino.

M. D. Álvarez 

viernes, 10 de octubre de 2025

Navidad en la casa encantada. 2da parte

La gran puerta de madera tallada se cerró tras nosotros con un chirrioso crujido que resonó por el vestíbulo. A pesar de la opulencia de la casa, con sus techos altos y sus detalles neoclásicos que mi abuelo Víctor tan cuidadosamente había diseñado, una fría sensación de desasosiego nos envolvió al instante. Era como si el aire mismo estuviera cargado de una tristeza antigua y un mal latente. Mi padre, un hombre pragmático, intentó encender las luces, pero los interruptores no respondieron. Solo la tenue luz del atardecer invernal, filtrándose a través de los ventanales emplomados, iluminaba el interior con un resplandor fantasmal.

—"Qué extraño", murmuró mi madre, abrazándose a sí misma. —"Pensé que el servicio ya habría preparado todo para nuestra llegada."

Pero no había rastro de nadie. El silencio de la casa era pesado, solo roto por el eco de nuestros propios pasos sobre los suelos de mármol. Habíamos llegado esperando el bullicio navideño, el aroma a pino y a dulces, pero en su lugar, la Casa Maestre nos recibió con una quietud sepulcral que helaba la sangre.

Mi hermana pequeña, Angie, una niña de solo siete años, se aferró a la mano de mi padre, sus ojos grandes y asustados explorando las sombras que danzaban en los rincones. 
—"Papá, tengo miedo", susurró. —"Esta casa es muy oscura."

Mi padre la levantó en brazos, intentando parecer más seguro de lo que se sentía. —"No te preocupes, cariño. Debe ser solo un problema con la electricidad. Una vez que la arreglemos, la casa estará llena de luces y alegría navideña."

Pero los cuatro sabíamos que no era solo la falta de luz lo que nos inquietaba. Aquella sensación de agobio que mencioné, la habíamos sentido todos. Mi abuelo siempre había hablado de cómo la casa había sido construida sobre un terreno con una historia aún más antigua, un lugar donde, según las habladurías locales, algo oscuro había yacido dormido durante siglos. Los planos antiguos que él encontró, ¿serían la clave de este enigma? ¿Habría despertado mi abuelo, sin saberlo, algo al edificar sobre aquello?
Mientras mi padre buscaba la caja de fusibles, mi madre y yo nos adentramos un poco más en el salón principal. La chimenea estaba fría, los muebles cubiertos con sábanas blancas que parecían sudarios. De repente, un objeto en el suelo llamó mi atención. Era una pequeña muñeca de porcelana, con los ojos vidriosos y una sonrisa inquietante. Su vestido estaba rasgado y sucio, como si hubiera sido arrastrada. No recordaba haber visto nada parecido en el inventario de la casa. Al agacharme para recogerla, sentí una punzada helada en la punta de mis dedos, como si la muñeca desprendiera una energía gélida.

Justo en ese momento, un estruendo metálico resonó desde el piso de arriba, seguido de un crujido de madera. Era un sonido pesado, como si algo grande y antiguo se hubiera caído o arrastrado por el suelo. Sofía soltó un grito ahogado.

—"¿Qué fue eso?", preguntó mi madre, su voz apenas un susurro.

Mi padre apareció en el umbral del salón, su rostro pálido. —"No hay fusibles. Parece que la instalación eléctrica está completamente muerta. Tendremos que usar las linternas y las velas que traje."

Pero antes de que pudiera sacar la linterna de su mochila, las ventanas del salón se abrieron de golpe, una ráfaga de viento helado barriendo la habitación y apagando la poca luz que quedaba del exterior. La muñeca de porcelana se deslizó de mis dedos, cayendo al suelo con un tintineo lúgubre. En la oscuridad casi total, juraría que sus ojos de cristal me siguieron mientras caía.

Y entonces lo escuché, un leve susurro que parecía venir de las paredes mismas, un sonido apenas perceptible que decía mi nombre. No era la voz de mi familia. Era algo más antiguo, más frío, y lleno de una malicia que me erizó los cabellos de la nuca.
Estábamos solos en la Casa Maestre, y las Navidades que habíamos soñado se estaban transformando en una pesadilla de la que, quizás, nunca despertaríamos. El ente maligno al que mi abuelo había aludido en sus cartas se había apoderado de nuestro hogar navideño, y ya no había vuelta atrás.

Yo apenas tenía cuatro años y me aferré a la temblorosa mano de mi hermana Angie, que, armándose de valor, se arrodilló a mi lado y me estrechó con dulzura.

—Marcos, no pasa nada, solo es una casa vieja.  

Pero yo había escuchado claramente cómo las paredes susurraban mi nombre.

M. D. Álvarez 

Navidad en la casa encantada.

Estas serían las últimas Navidades que pasaría en Cartagena y serían muy especiales, porque las celebraría en uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, en la casa Maestre.

Mi abuelo, Víctor Beltri, diseñó y construyó la casa con arreglo a los cánones modernistas, con líneas neoclásicas. Allá por el año 1906 comenzó la construcción de un nuevo edificio para el señor José Maestre Pérez, un médico acaudalado y político al servicio del rey Alfonso XIII.

Las últimas fueron un desastre, pues la casa fue tomada por un ente maligno que destrozó a mi familia..

Lo recuerdo como si fuera ayer. Nada más entrar en aquella casa de líneas neoclásicas, sentimos cómo una energía tenebrosa se apoderaba de la gran casa de cuatro plantas, convirtiéndola en una sombría trampa de la que teníamos que salir sin conseguirlo. Pero no adelantemos acontecimientos.

Mi familia se trasladó a la tan enigmática casa para disfrutar de unas merecidas vacaciones de Navidad. 

Aquella sensación de agobio nada más entrar nos debió de echar para atrás, pero necesitábamos averiguar qué había pasado en aquella lujosa casa para que su atmósfera se volviera tan perniciosa. Según cuentan las leyendas, mi abuelo Víctor se empeñó en realizar tan magna obra, sirviéndose de unos antiguos planos que encontró en el solar donde iba a edificar aquella casa.

Continuará...

M. D. Álvarez 

jueves, 9 de octubre de 2025

El origen del Mar Menor.

Cuando la piel de toro estaba poblada por gigantes, hubo uno que, por amor, creó un mar interior. Este mar, en la actualidad, recibe el nombre de Mar Menor, pero sigamos con la historia.

El gigante al que llamaremos Iberión cuidaba del rebaño de los bueyes lunares que su amada madre le entregó para aparentar en la brava tierra de la piel de toro. Era un hábil pastor y diestro cazador. Un buen día, su corazón se inflamó de amor al ver a una grácil y dulce giganta a la que llamaremos Tanit.

—Oh, noble Iberión, tú que cuidas de los rebaños lunares, ¿me harías el honor de crear una gran albufera para que pueda solazarme? —dijo la bella Tanit.

Iberión, obnubilado por la hermosura de Tanit, respondió: —Por mi noble linaje, lo haré, pero antes debo guardar el rebaño de plata, pues no he de incurrir en una falta grave ante mi amada madre.

—Mi buen Iberión, esperaré lo que haga falta. No te deseo mal alguno; es más, si eres capaz de crear una gran laguna, seré tuya para siempre.

Iberión cada atardecer, cuando la luna plateada comenzaba su viaje, guiaba a los bueyes lunares a través de las llanuras y colinas de la piel de toro. Su labor era sagrada, y aunque su amor por Tanit era intenso, su sentido del deber hacia su madre era aún mayor.

Las lunas pasaron. Iberión, con astucia y fuerza, reunió a todo el rebaño en una vasta llanura cerca de la costa del Mesogeios Thalassa. Allí, con un susurro ancestral, los bueyes de plata se durmieron bajo la luz de la amada madre de Iberión, Malac, transformándose en suaves dunas de arena blanca que brillaban con un destello lechoso.

Malac aceptó el regalo de su querido hijo Iberión; ahora, sus plateados bueyes pastarían unidos en las suaves y delicadas dunas.

—Mi bienamado hijo Iberión, tu estirpe será bendecida con fortaleza indómita y conquistadora; poblarán vastas tierras allende los mares, profetizo Malac.

Cuando su deber cumplió, regresó junto a Tanit, que lo esperaba con paciencia junto a la costa más levantina. Al verlo llegar, se erguió con su grácil figura, lo rodeó con sus amorosos brazos y dijo: —Terminaste tu tarea, mi bravo Iberion. Si te es grato, complacería ahora.

—¡Por ti, Tanit! —rugió, y su voz retumbó como un trueno.

Iberión se alzó, tomó impulso y, de un titánico golpe, descargó un colosal impacto contra la tierra. El suelo se abrió con un estruendo ensordecedor, creando una profunda herida en la hermosa piel de toro. Luego, con su honda, arrancó inmensas rocas de las montañas cercanas y las lanzó al mar, creando una barrera de islas que frenó el ímpetu del Mesogeios Thalassa. Las aguas, contenidas por el nuevo cordón de islas, comenzaron a fluir por la herida de la tierra, llenando la vasta llanura entre las dunas de plata y la nueva barrera natural, formando el Nacarum Stagnum.

— Mi amado Iberión me ha concedido aquello que te pedí: seré tu esposa y te concederé hijos e hijas que poblarán esta hermosa tierra", dijo Tanit, sumergiéndose en las cálidas aguas de aquel precioso Nacarum Stagnum.

Esta gran extensión de mar recibió este nombre por los reflejos nacarados que la luz de la diosa Malac esparcía cada noche al alzarse en los cielos y era reflejada de forma prístina sobre las aguas del Nacarum Stagnum.

Junto a Tanit, Iberión  fue padre de centenares de hijos e hijas que poblaron el vasto territorio que se extendía desde el Mesogeios Thalassa en todas direcciones, dando comienzo a la historia de un pueblo indómito que conquistó la vasta tierra de piel de toro. Durante milenios, se expandió como la espuma, colonizando más allá de los confines de la tierra, allende el gran Océano.

M. D. Álvarez 

miércoles, 8 de octubre de 2025

Donante universal.

Ser útil me hace feliz, y si con ello conseguía a la chica de mis sueños, mejor que mejor. Además, tan solo se trataba de una donación y él era un donante universal. Ella lo admiraba y, en cuanto terminó la extracción, se dedicó a besarlo con ternura y complacencia. 

Después de unos cuantos besos, lo invitó a un bocadillo especial de Katz's Delicatessen. 

—Sus bocadillos son los más suculentos y energéticos para reponer energías, dijo ella con mirada dulce, mientras él devoraba aquel magnífico y suculento bocata. 

Ella lo observaba con tranquilidad; sabía que era un chico muy especial: era altruista y guapo.

M. D. Álvarez 

martes, 7 de octubre de 2025

El valor de dos.

No sabía cuánto terreno habían recorrido, pero se enfrentaba a su primer tabú, aquel del que nadie ni ninguno de sus amigos se había osado enfrentar.  
La noche anterior, fueron recogidos por un camionero que, muy amablemente, les había ofrecido subirse a su cabina. A mitad de trayecto, algo cambió en la afabilidad de aquel transportista; comenzó a toquetearla sin contemplaciones, a pesar de que ella le había dicho que no, que parara el camión. Pero no hubo manera; solo la real defensa de su compañero evitó que la agresión pasara a mayores. El camionero paró en un área de servicio perdida en los páramos, los hechos de la cabina y se largó diciendo: "A ver cómo salís de esta, niñatos".

Él se quitó la chaqueta y se la puso sobre los hombros a ella, que todavía seguía traumatizada por los acontecimientos que acababan de ocurrir.  

—"¿Estás bien?", preguntó él, abrazándola con ternura.  

—"Sí, solo quiero salir de aquí", respondió ella entre sollozos..

—Creo que he visto una granja a dos kilómetros de aquí. Allí podrás descansar —dijo él—. Se había quedado con la matrícula del tráiler; cuando la pudiera poner a salvo, se encargaría de localizar a aquel cerdo y ajustarle las cuentas. 

M. D.  Álvarez 

lunes, 6 de octubre de 2025

El don del amor.

Era hora de levantarse, pero ella lo retenía con caricias y besos que él no lograba esquivar, o mejor dicho, que no quería evitar. Su unión le confería el don del amor que ella le tenía y que siempre había deseado desde que era niño. Las chicas lo atosigaban y lo confundían, pero desde que la encontró, ya no hubo nadie más en su vida. 

Aquella fue una noche muy especial para ellos dos. Después de una buena cena, él la llevó al dormitorio que había engalanado con velas y pétalos de rosa esparcidos por el suelo. La luz suave de las velas danzaba en las paredes, creando un ambiente mágico que hacía palpitar sus corazones. Ella iba besándole con dulce paciencia.

M. D. Álvarez 

El consentido. 2da parte.

Mientras se alejaba de la zona de enfermería, sintió que el ardor en su costado se desvanecía, reemplazado por una chispa de adrenalina que lo impulsaba hacia adelante. Los gritos de aliento de sus compañeros resonaban en sus oídos, mezclándose con el eco de los golpes y el murmullo de los contrincantes.

—¡Vamos! ¡La próxima ronda está a punto de comenzar! —gritó uno de sus amigos, agitando los puños en señal de ánimo.

Él asintió con determinación. Sabía que cada combate era una oportunidad para demostrar no solo su fuerza física, sino también su resistencia mental. A medida que se acercaba al área designada para el siguiente enfrentamiento, recordó las palabras de la chica: “A pesar de todo este esfuerzo...”. No podía permitir que eso lo detuviera.

El siguiente rival era más grande y musculoso que los anteriores. Su mirada desafiaba desde el otro lado del cuadrilátero, como si ya hubiera decidido que sería el ganador. Pero el joven no se dejó intimidar. Se colocó en posición, sintiendo cómo su cuerpo respondía a cada estímulo.

—¡Empezad! —gritó el árbitro.

El contrincante cargó hacia él como un torbellino. Con un movimiento ágil, esquivó el primer golpe y contraatacó con un directo al rostro que hizo tambalear al gigante. La multitud rugió mientras él continuaba atacando, utilizando su velocidad y técnica para evitar ser atrapado.

Sin embargo, pronto se dio cuenta de que su oponente no era solo fuerza bruta; también tenía estrategia. Cuando menos lo esperaba, recibió un golpe en la espalda que lo hizo caer de rodillas. El dolor recorrió su cuerpo, pero no iba a rendirse tan fácilmente.

Con un esfuerzo sobrehumano, se levantó y sacudió la cabeza para despejarse. La visión del rostro preocupante de la chica le dio fuerzas renovadas. Ella estaba allí, observándolo con una mezcla de admiración y preocupación; eso lo motivó aún más.

En un giro inesperado, decidió cambiar su táctica. En lugar de seguir atacando frontalmente, comenzó a moverse lateralmente, buscando una apertura en la defensa del rival. Finalmente, cuando vio una oportunidad, lanzó un golpe bajo que lo desestabilizó y luego un uppercut que envió al gigante al suelo.

La multitud estalló en vítores mientras él levantaba los brazos en señal de victoria. Se sentía invencible. Al mirar hacia donde estaba ella, vio cómo sonreía orgullosa; eso lo llenó de satisfacción.

—¡Eres increíble! —gritó ella a través del bullicio.

Antes de que pudiera responderle, el árbitro declaró su victoria y le instó a prepararse para el último combate del día. Aunque cansado y adolorido, sabía que debía darlo todo una vez más.

Mientras se retiraba brevemente para recuperar fuerzas, sus amigos lo rodearon con aplausos y palmadas en la espalda.

—Eres un verdadero guerrero —dijo uno—. ¡Nadie puede decir que eres solo el consentido!

Con esas palabras resonando en su mente, se dirigió nuevamente al cuadrilátero para enfrentar al último oponente del día: un luchador conocido por ser imbatible y temido por todos.

Aquel combate sería la prueba definitiva no solo de su fuerza física sino también de su valor y determinación. Y estaba listo para demostrarle a todos —y a sí mismo— quién era realmente.

M. D. Álvarez 

domingo, 5 de octubre de 2025

El rugido en la noche.

Cubierto bajo aquella gruesa capa, un rudo cazador esperaba sentado bajo un firmamento cuajado de estrellas que auguraba una noche especialmente helada. Había tenido que salir del calor del hogar para dar caza a un terrorífico puma de gran tamaño que había bajado de la montaña para atacar a su ganado. Había matado ya a dos vacas y las había arrastrado hacia el monte. Angus se sintió enfadado; sus perros no tuvieron la oportunidad de pelear, el puma se los merendó como si nada. 

Pero su determinación era tal que lo esperaría y terminaría con él o moriría en el empeño. 

Hacia las 4 de la madrugada, un leve crujido lo alertó: algo se acercaba por su derecha. No movió ni un músculo hasta que una gran sombra pasó por su lado; era una bestia enorme y avanzaba con tal delicadeza que apenas se percibía un leve roce sobre la superficie del suelo..

Angus se desprendió de su gruesa capa y, armado con tan solo un puñal, saltó cual pantera sobre el lomo de aquel puma gigantesco que se revolvía intentando derribarlo. Pero Angus era fuerte, se agarró con destreza y comenzó a apuñalar al puma sin contemplaciones. Su ferocidad se fue convirtiendo en ira desesperada; aquel puma le había arrebatado a sus dos mejores vacas y no se lo iba a consentir.

En el último estertor de vida que le quedaba al puma, se revolvió y asestó un desgarrador zarpazo sobre el pecho de Angus, que no tuvo tiempo de esquivar. Mientras el puma exhalaba su último aliento, Angus no sentía ningún dolor; la adrenalina lo motivaba y evitaba que sufriera un colapso. Hizo una hoguera y colocó su puñal sobre las llamas, y cuando estuvo al rojo, lo aplicó sobre los desgarros producidos por la zarpa del puma. Como pudo, aplicó un emplasto de arcilla roja y cayó rendido. A la mañana siguiente, se encontraba cubierto por su gruesa capa; le dolía todo, pero ya era hora de regresar al hogar junto a su mujer e hijas. Le llevó volver tres días, ya que antes debía despellejar al aterrador puma; sería una bonita manta para su mujer.

M. D. Álvarez 

sábado, 4 de octubre de 2025

Entre los celos y su Némesis

La velocidad era lo que tenía en común con su archienemigo; en lo demás, se diferenciaba en todo. Su aspecto era diferente; él poseía un magnetismo que solía aflorar con cada encuentro con ella. No lograba controlar sus ansias de lucirse ante ella, y eso era lo que su oponente decidió aprovechar.

Se coló en su círculo de amigos cuando él se encontraba en una misión sobre un terreno hostil.

Cuando volvió y vio a su contrincante tontear con ella, se sintió desplazado y ofuscado. La veía sonreír como nunca había sonreído. Se mantuvo a distancia; no quería generar malos rollos con ella. Si lo había elegido a él, puede que no fuera ella su destino.

Ella lo vio salir y dejó con un palmo de narices a su contrario, que pensaba que la tenía en el bote y, por consiguiente, el corazón de su rival.

—¿Dónde vas? Te he estado esperando —dijo ella, viendo su frustración en la mirada.

—No quiero malos rollos. Si lo prefieres a él, me retiraré —dijo él, apesadumbrado.

—¿Crees que ese mindundi me gusta? No te llega ni a la suela del zapato —dijo ella, viendo que los celos habían funcionado. Se acercó sinuosamente y le dijo al oído: "Tú eres mi elección. Adoro cuando te exhibes delante mío."

Aquello hizo que sus expectativas subieran como la espuma y volvió con ella. Su enemigo no tuvo tiempo de huir; fue cogido cuando estaba a punto de escapar. Él logró lucirse una vez más ante ella, que lo veía con ferviente deseo. Cuando terminó de vapulear a su némesis, le susurró al oído: "No tienes ni idea de con quién te estás metiendo. Te voy a dejar huir y espero que no vuelvas a cruzarte en su camino."

M. D. Álvarez 

viernes, 3 de octubre de 2025

La caída de Troya.

—Yo no me atrevo a llevarle la contraria -objeto Automedonte, al grupo de aurigas que, asustados, observaban cómo el salvaje Aquiles mataba a diestro y siniestro a héroes troyanos en la flor de la vida, una vida que muchos de ellos perderían a manos de Héctor, el teucro de tremolante penacho.

La batalla podría haberse resuelto de un modo diferente si Agamemnón no le hubiera robado a la hermosa sacerdotisa de piel tersa y suave al bravo Aquiles y culpado a Héctor de saciar su apetito con ella. Mal sabía el héroe tesalónico que Agamemnón se la estaba jugando.

Posiblemente, estos dos aguerridos héroes hubieran sido amigos si no se hubiera torcido el enlace de Menelao con la hermosa Helena.

Ahora, en el fragor de la batalla, los dos héroes se enfrentaban por sus respectivos pueblos, todo por la codicia de Agamemnón, que, ávido del poder de Troya, quería destruirla a toda costa; y, si era preciso, sacrificaría a todos los héroes aqueos que fuera necesario hasta lograr que Zeus fulminara la hermosa ciudad consagrada a Atenea, que, airada, ayudó al joven Eneas a huir y fundar la magna ciudad de Roma.

M. D. Álvarez 

jueves, 2 de octubre de 2025

La regius Angie.

Su inteligencia le hacía muy especial y tierno; ella lo sabía y lo dejaba cuando se enfrascaba en los libros. Era por algo muy especial, nunca sabía por dónde le iba a salir; solo podía esperar que su genio lo llevara a buen puerto. Aquella vez no volvió junto a ella, sino que se encerró en el laboratorio, donde estuvo trabajando cuatro meses. Al concluir su trabajo, regresó junto a ella; su sonrisa era arrolladora y traía algo oculto a su espalda.

—¿Qué traes ahí? —preguntó ella, curiosa.

—Un regalo para la más bella flor —dijo él con dulzura. 

Cuando descubrió el presente que le traía, ella supo que él era el indicado; le había ofrecido una hermosa plaza. No había otra igual en el planeta; su tersura y luminosidad eran maravillosas, pero la flor, ¡oh, Dios mío!, era la cosita más linda de todas las flores, era una hermosura adorable. 

—La he llamado Regius Angie en tu honor por esperarme siempre., respondió él con visible docilidad.

M. D. Álvarez 

miércoles, 1 de octubre de 2025

El colgante. 2da parte.

Mientras ella admiraba el colgante en su cuello, el fulgor de las gemas parecía reflejar la chispa que había entre ellos. Sus ojos brillaban con una mezcla de sorpresa y amor. Él sonrió al ver su reacción, sintiéndose satisfecho por haber acertado en su elección.

—Te queda espectacular —dijo él, acariciando suavemente la joya con sus dedos—. Cada gema representa un momento especial que hemos compartido. Quiero que siempre lo lleves contigo.

Ella se acercó más, su corazón latiendo con fuerza. El aroma de su piel, la calidez de su abrazo, todo parecía perfecto en ese instante. 

—No solo es el regalo —murmuró ella—. Es lo que significa para nosotros. Cada día contigo es un tesoro.

Después de un rato, se separaron ligeramente, sus frentes tocándose mientras compartían risas suaves. 

—¿Qué te parece si lo celebramos? —sugirió él, con un brillo travieso en sus ojos—. ¿Una aventura nocturna?

Ella levantó una ceja, intrigada. —¿A dónde vamos?

—He estado planeando algo especial. Solo tú y yo, lejos de aquí. Un lugar donde podamos ser nosotros mismos sin preocupaciones.

Ella sintió un cosquilleo de emoción recorrerla. —Suena perfecto. Pero primero, ¡déjame ponerme algo más adecuado!

Rieron juntos mientras ella se vestía rápidamente, dejando atrás el momento romántico para dar paso a una nueva aventura. 

Cuando salió del baño lista para partir, él no pudo evitar admirar cómo el colgante brillaba en su cuello, como un símbolo de lo que estaban construyendo juntos.

—Vamos a hacer recuerdos inolvidables esta noche —dijo él, tomando su mano mientras salían al garaje.

El coche relucía bajo la luz de la luna, y ella sintió una mezcla de nerviosismo y emoción al subirse al asiento del copiloto. No sabía a dónde los llevaría esa noche, pero estaba segura de que sería otra página dorada en su historia.

Con el motor arrancado y la música sonando suavemente, él miró hacia ella y sonrió: —¿Lista para nuestra aventura?

M. D. Álvarez